Por Jorge Torres Romero
Un joven de Misiones se metió como orador en un acto en el que participaba el presidente de la República, y aprovechó para lanzar duras críticas a la gestión del gobierno. Pidió ver el cambio que el mandatario prometió en campaña y recordó que el hospital distrital está desabastecido y que los domingos nadie puede enfermarse y mucho menos tener hijos porque no hay anestesista.
Mario Abdo no tenía en su presupuesto esta irrupción. Era uno de esos actos de zalamerías y repartijas de «ayudas» con fondos de Yacyretá para apaciguar los antojos de la dirigencia regional. No toleró las críticas, tomó el micrófono y se descargó con su habitual soberbia y limitada capacidad intelectual.
El presidente recurrió al famoso «excusómetro». Buscar siempre otras razones o a quien tirarle la culpa, pero nunca asumirlas. Y así comenzó con su supuesta frustración en sus 10 meses de gobierno que por culpa de la burocracia no se observan las obras en movimiento. A esto le sumó la larga sequía del año pasado, la reducción en la mitad del promedio de la producción de granos, la baja en el precio de la soja de 500 a 230 dólares por tonelada, la disminución del precio de la carne, volvió al factor climático con los cinco meses de lluvias y habló de los desafíos.
Parecía un analista económico o político de poca monta describiendo nuestros dramas, que por cierto ya sabemos cuáles son, y no precisamente, un jefe de Estado metido en resolver los problemas del país siguiendo una hoja de ruta o un plan.
Se jactó de ser un «piloto de tormenta» listo para afrontar las adversidades y es precisamente ahora que todos queremos ver actuar a quien la gente eligió para que dé respuestas y soluciones y no para repetirnos lo que ya sabemos. Lo que hoy se resalta es más bien un piloto ausente, o inmune a las tormentas.
De lo contrario cómo se explica la presentación, necesaria, pero inoportuna de una reforma tributaria (más impuestos) en plena desaceleración económica y sin señales claras de voluntad para mejorar la calidad del gasto. Al contrario, las denuncias de despilfarro, principalmente a través de las licitaciones, y contrataciones de amigos y operadores políticos, continúan.
Cómo se explica el haber abortado un proyecto en curso para la construcción de 4 penitenciarías modelos para alivianar la crisis en las cárceles, solo por un capricho político y cuyo problema hoy le estalló en la mano con 10 asesinatos en una prisión de San Pedro, que encima pudo haberse evitado, porque hubo aviso de lo que iba a ocurrir y nadie movió un dedo al respecto ni nadie pagó las consecuencias políticas del hecho.
Cómo se explica que cientos de campesinos nuevamente estén por el microcentro exigiendo el cumplimiento de un acuerdo firmado hace casi tres meses y que tampoco se ocuparon en resolverlo.
La frustración manifiesta por Mario Abdo en estos 10 meses de gobierno es la consecuencia también de cómo elegimos a nuestras autoridades. En Paraguay estamos acostumbrados a votar personas y colores, y no proyectos o ideas. El presidente reconoce que está frustrado, claro, llegó a conquistar el poder con un fin meramente electoral, es decir, ganó la elección, pero nunca se ocupó en qué y cómo hacer una vez conquistado el poder. Entonces, se arranca pagando favores políticos ubicando a los amigos en cargos claves y luego cada uno comienza a improvisar, buscar, pensar e idear qué se puede hacer desde el cargo. Nunca hubo un proyecto país, sino un proyecto electoral. Y ésta es la consecuencia: la frustración.
Como corolario, Mario Abdo lanzó en su discurso una frase que ni él podría creerse: «Me crié en la lucha». Rápidamente, un pintoresco personaje, también hijo de los privilegiados de la dictadura estronista le responde: «la única lucha habrá sido decidir si las vacaciones era en Punta o Miami».
Ojalá, pronto aparezca ese «piloto de tormenta», de lo contrario, este avión podría parar estrellado en el fondo del mar. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.