Bolsonaro destituye a su ministro de Salud por defender la cuarentena

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El presidente llevaba semanas desautorizando en público a su ministro, que sale de esta crisis muy bien valorado por la opinión pública y con aires de candidato presidencial. El sucesor será el oncólogo Nelson Teich, con una carrera forjada en la sanidad privada y «totalmente alineado» con Bolsonaro.

Tormenta política en Brasil en medio de la pandemia del coronavirus. El presidente Jair Bolsonaro decidió este jueves acabar definitivamente con su ministro de Salud, el médico Luiz Henrique Mandetta, que llevaba semanas en la cuerda floja por sus desavenencias con el presidente.

Tras muchas intrigas, Bolsonaro compareció para anunciar su cese remarcando las diferencias entre ambos: «La cuestión del empleo no se trató como debería tratarse. No condeno, no recrimino y no critico al ministro Mandetta, él hizo lo que como médico pensó que debía hacer», dijo Bolsonaro, que insistió en «flexibilizar» las medidas de confinamiento para que haya un retorno «gradual» de los empleos, a pesar de que Brasil todavía está en el inicio de la curva de contagios.

Hasta ahora, las medidas de aislamiento social las han tomado por su cuenta los gobernadores de los estados y los alcaldes, respaldados por el ministro y por la Organización Mundial de la Salud, mientras Bolsonaro ponía el grito en el cielo por el daño a la economía. Su ministro venía avisando que habría que endurecerlas en los próximos días, ya que Brasil, hasta el momento, no vivió un cierre total similar al de Italia o España.

El desafío fue constante. Si el ministro Mandetta decía que había que reforzar el aislamiento para evitar la propagación del virus, Bolsonaro aparecía en un mensaje a la nación diciendo que el coronavirus era «una gripecita». Cuando pedía que nadie saliera a las calles, Bolsonaro se paseaba entre comerciantes haciéndose fotos y pidiendo la vuelta a la normalidad. Cuando el ministro hablaba de prudencia con el posible uso de la cloroquina, Bolsonaro grababa videos con las cajas del medicamento prácticamente prescribiéndolo a sus simpatizantes.

La situación entre ambos era muy tensa. Preguntado por su posible dimisión, el ministro hacia malabarismos verbales para no dejar mal a su jefe. En una ocasión dijo que, pase lo que pase, el médico jamás abandona al paciente, refiriéndose a Brasil. Al día siguiente Bolsonaro contestó: «Puede que el paciente quiera cambiar de médico».

UN LARGO PROCESO DE «FRITURA»

No se trataba sólo de una visión antagónica de cómo enfrentar la crisis, sino también una cuestión de ego. Bolsonaro dejó entrever su disgusto por la creciente popularidad de su ministro (el 76% de los brasileños aprueban su gestión, frente al 33% que creen que Bolsonaro lo está haciendo bien, según una reciente encuesta de Datafolha). Al anunciar la destitución, volvieron a resonar las cacerolas en las ventanas de Brasil, algo común desde hace semanas cada vez que Bolsonaro lanza un mensaje a la nación.

El líder ultraderechista llegó a decir que algunas personas de su Gobierno «de repente se volvieron estrellas y hablan por los codos», y advirtió que no tendría miedo en usar su bolígrafo contra ellos: «Su hora va a llegar», advirtió la semana pasada. Bolsonaro, como ya hizo con otros exministros, sometió a Mandetta al conocido ya como proceso de «fritura», cuando desgasta públicamente a sus colaboradores antes de dejarles caer.

Mandetta no cayó antes por el apoyo que todavía tenía entre el ala militar del Gobierno, considerada la más racional, frente al grupo más radical, donde ejerce una fuerte influencia uno de los hijos del presidente, el concejal de Río de Janeiro Carlos Bolsonaro. El general Walter Souza Braga Netto, ministro de la Casa Civil, una especie de jefe de gabinete, confiaba en el ministro y en su equipo y fue poniendo paños calientes para que la convivencia fuera menos desastrosa. Aguantó pocos días.

La situación se volvió insostenible el miércoles, cuando el secretario de Vigilancia en Salud, Wanderson de Oliveira, uno de los fieles escuderos del ministro, no resistió la presión y presentó su dimisión. Mandetta no la aceptó y poco después compareció junto a él y junto al secretario ejecutivo del ministerio, João Gabbardo, otro incondicional, para escenificar unidad. Este jueves, al despedirse de su equipo visiblemente emocionado, Mandetta les pidió que no tengan miedo y que sigan defendiendo «la ciencia y el iluminismo».

UN ONCÓLOGO DE PRESTIGIO COMO RECAMBIO

Para sustituir a Mandetta, Bolsonaro optó por el oncólogo y empresario Nelson Teich, con una carrera forjada en la sanidad privada. El médico llegó a participar de manera informal como asesor en la campaña electoral de Bolsonaro en 2018, y se considera una opción intermedia que contenta a todas las sensibilidades dentro del Gobierno.

En sus primeras palabras junto a Bolsonaro, aseguró que hay una alineación total con el presidente y que de momento, no habrá cambios bruscos en las medidas de aislamiento social. Teich tendrá que asumir el mando justo cuando el país se prepara para la peor parte de la crisis, con falta generalizada de máscarillas y camas de cuidados intensivos en los hospitales.

De momento, Brasil ya cuenta más de 1.900 muertos y 30.400 contagiados, aunque las cifras reales podrían ser hasta diez veces mayores, según diversos estudios, debido a la altísima subnotificación. Ciudades como Fortaleza y Manaos ya tienen sus hospitales al borde de su capacidad.