Una carta dirigida en 1863 por Abraham Lincoln al entonces general Francisco Solano López es rescatada por la autora. Considera que el prócer norteamericano habría evitado el genocidio de la Triple Alianza contra el Paraguay. Cynthia R. Rush
Siempre mantuve un gran interés en la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay (1865-1870), la que, a mi parecer, es un ejemplo temprano de una guerra de “cambio de régimen” orquestada por el Imperio Británico para desmantelar la nación económicamente más avanzada de Iberoamérica.
Me sorprendió gratamente descubrir recientemente una carta del 5 de febrero de 1863 escrita por el presidente Abraham Lincoln dirigida al entonces general Francisco Solano López. En ella, el presidente Lincoln no solo expresó sus más sentidas condolencias al nuevo líder de la nación por el fallecimiento de su padre, el gran presidente Carlos Antonio López, sino que también subrayó su sincero deseo de “corresponder al deseo que su excelencia ha expresado por la continuidad de las excelentes relaciones felizmente existentes entre Estados Unidos y Paraguay, para cuyo deseable fin no faltarán mis mejores esfuerzos”.
La carta de Lincoln fue escrita dos años antes de que comenzara la conjura dirigida por los británicos contra Paraguay, utilizando el Imperio esclavista de Brasil para cometer un horrible genocidio contra esa nación. En 1863, el presidente estadounidense conocía bien las maquinaciones geopolíticas británicas en el hemisferio occidental, y en particular en los Estados Unidos. Escribió a Solano López en medio de la sangrienta Guerra Civil estadounidense (1861-1865), mientras luchaba por defender a la Unión del plan orquestado y financiado por Gran Bretaña para dividir a los Estados Unidos en dos naciones; la del sur, sustentada en la esclavitud, estaba destinada a convertirse en una dependencia británica y fuente de subversión y desestabilización del norte republicano. El Imperio Británico nunca perdonó a los Estados Unidos haberlo derrotado en la Revolución de 1776-1789 y desde entonces trató de subvertir y “recuperar” sus antiguas colonias.LA GUERRA CIVIL
En la frontera sur de Estados Unidos, en diciembre de 1861, tropas británicas, españolas y francesas invadieron México tras la declaración de moratoria de la deuda del presidente Benito Juárez, y después de dos años de guerra brutal, Napoleón III instaló al príncipe Maximiliano de Habsburgo como “Emperador” de México. Y, entre 1864-1866, las mismas fuerzas españolas que invadieron México con Napoleón III se desplazaron más al sur para ocupar las islas Chincha en Perú en un intento por restablecer la monarquía en ese país, pero fueron rechazadas por las tropas aliadas de Perú, Ecuador, Chile y Bolivia.
Debido a la Guerra Civil, Lincoln no pudo ofrecer el grado de ayuda militar y financiera al presidente Juárez tal como hubiera deseado, pero actuó rápidamente para establecer una relación de colaboración estrecha y un diálogo con el presidente mexicano, a través de su emisario en Washington, DC, Matías Romero y siguió de cerca la guerra de resistencia de Juárez contra los invasores imperiales. La influencia de esa alianza en el pensamiento estratégico tampoco se limitó a mediados del siglo XIX. Su importancia fue tal que, en 1982, el fundador de mi revista, el estadista y economista Lyndon LaRouche -quien también desarrolló una estrecha relación de trabajo con el presidente mexicano José López Portillo- publicó un documento que proponía un modelo de cooperación estratégica y económica entre América del Norte y del Sur, beneficioso para todas las naciones involucradas, al que apropiadamente tituló “Operación Juárez”.
En mi opinión, la Guerra de la Triple Alianza contra Paraguay fue de hecho una continuación de la Guerra Civil americana, alentada por los mismos intereses financieros británicos que no lograron desmembrar los Estados Unidos, por lo que pusieron sus miras hacia un brillante ejemplo en Iberoamérica: una nación que se erigía sobre los fundamentos políticos del “Sistema Americano” de progreso industrial, la construcción de infraestructuras utilizando la tecnología de punta de la época y la creación de una ciudadanía formada a través de la excelencia en la educación.
ALIANZA CONTRA EL PARAGUAY
Es de destacar que, como sostuvo el historiador argentino Santiago Paolantonio en su discurso de 2011 “Sarmiento y su influencia en la ciencia argentina”, Domingo Faustino Sarmiento, quien como presidente de esa nación de 1868 a 1874, acompañó sin descanso el objetivo de Londres de aniquilar Paraguay; siendo Embajador en los Estados Unidos (1865-1868) se dedicó a reclutar veteranos de los estados confederados derrotados para unirse a las fuerzas de la “Alianza” contra Paraguay. Sarmiento fue autor de numerosos artículos en su revista {Ambas Américas} y otros medios estadounidenses para calumniar a Solano López como un «tirano» y «dictador», para influir en la opinión pública estadounidense que instintivamente apoyaba al líder paraguayo contra la Alianza invasora, liderada por el esclavista imperio brasileño. La guerra de cuatro años que se acababa de librar contra el sur esclavista todavía estaba fresca en la mente de los estadounidenses.
A pesar del terrible peso de la Guerra Civil, Abraham Lincoln hizo todo lo que estuvo a su alcance para colaborar con el gran republicano Benito Juárez. Y, como se desprende de lo expresado en su carta a Solano López, estoy convencida de que, de no haber sido asesinado, y una vez liberado del peso de la Guerra Civil, Lincoln habría actuado con valentía para detener la matanza de paraguayos en la Triple Alianza. Los pensamientos expresados el 19 de julio de 1869 por el embajador de los Estados Unidos en Paraguay, el héroe de la guerra civil irlandés-estadounidense, el general Martin McMahon, quien compartía los valores republicanos de Lincoln, ratifican lo que estoy segura habrían sido los sentimientos del presidente Lincoln.
LA VISIÓN DE MCMAHON
Nombrado cuando la guerra contra Solano López ya estaba muy avanzada, el patriota militar McMahon se dio cuenta rápidamente de que, al igual que las guerras de cambio de régimen de hoy, la Guerra de la Triple Alianza era en realidad una guerra geopolítica diseñada para promover los intereses imperiales en la región. Como en las guerras de cambio de régimen más recientes, el pretexto fue «defender la democracia de un dictador».
Horrorizado por la masacre desenfrenada llevada a cabo por soldados de la Alianza, encabezados por el sanguinario Duque de Caxias de Brasil, el 19 de julio de 1869 McMahon escribió en un despacho al entonces Secretario de Estado Hamilton Fish: “en lo que a la guerra en si respecta, la posición militar se mantiene inalterable y yo no avizoro perspectiva alguna de su terminación a menos que una nación civilizada tome la formal iniciativa de hacer cesar una guerra, que, en su fase actual, es un gimiente reproche a nuestra civilización… Bajo esta combinación de circunstancias no se tendrá una solución en el diferendo de las naciones contendientes. Solamente los EE.UU. pueden rendir este gran servicio a la humanidad y a América del Sur”.
McMahon pidió al gobierno estadounidense “su intervención formal con el propósito de compeler una conclusión de la guerra”. [Citado en “Martin T. McMahon: Diplomático en el estridor de las armas” Asunción, 1985, por el embajador Arthur H. Davis].
Aunque fue destituido sumariamente en junio de 1869, debido a intrigas políticas en Washington, el general McMahon permaneció comprometido con ese fin y defendió públicamente la causa paraguaya.
Artículo publicado originalmente en Executive Intelligence Review. La fuente en que se basa es el libro The Collected Works of Abraham Lincoln. Vol. VI 1862-1863, p. 91. The Abraham Lincoln Association. Rutgers University Press. New Brunswick, New Jersey
Fuente: UH Correo Semanal